Que la escala tiene siete notas es algo que cualquiera que haya visto Sonrisas y lágrimas sabe. Que existen sostenidos y bemoles es también fácil de aceptar. Al fin y al cabo, el primero es como se llamaba en la antigüedad a los hashtags y el segundo suena a alguna clase de eufemismo. Con estas alteraciones ya hemos expandido la escala que cantaba Julie Andrews a 12 sonidos. La distancia entre cada nota y la siguiente es lo que conocemos como semitono (medio tono), la unidad más pequeña en el sistema tonal tradicional de la música occidental.

Estas 12 particiones son iguales en el sistema que usamos actualmente —el sistema equitemperado—, pero no siempre ha sido así. En la música antigua era habitual que los compositores usaran sus propios sistemas de afinación o temperamentos. De este modo, cada escala tenía sus propios matices, con distancias sutilmente diferentes a las del resto.
A lo largo de la historia occidental distintos teóricos se plantearon nuevas divisiones de la octava, pero la aplicación práctica de estos planteamientos tendría que esperar hasta el siglo XX. Compositores como Easley Blackwood, Alois Hába, Julián Carrillo o Ivan Wyschnegradsky diseñarían distintos sistemas para integrar la microtonalidad en sus obras. Por ejemplo, Blackwood escribió unos estudios en los que se aumenta progresivamente el número de divisiones de la octava: desde 13 hasta 24, lo que equivaldría a cuartos de tono.
El uso de cuartos de tono tiene un cierto calado en el repertorio contemporáneo, pero es una nadería si lo comparamos con los 72 segmentos —denominadas moria— en que los bizantinos dividían la octava. De hecho, la microtonalidad es algo muy típico en músicas árabes, indias y en los herederos directos de la Grecia clásica (como es el caso de Bizancio).
Para nuestros oídos —acostumbrados al sistema tonal occidental— estos pequeños intervalos muchas veces se perciben como desafinaciones, especialmente cuando las divisiones son irregulares.
Ivan Wyschnegradsky
El compositor ruso Ivan Wyschnegradsky (1893-1979) nació en una San Petersburgo imbuida del misticismo y la incertidumbre que los cambios de siglo acarrean. Los temas místicos despertaron la curiosidad del joven, apasionado de Nietzsche y Wagner, la teosofía y las especulaciones sobre la cuarta dimensión.

En noviembre de 1916 tuvo una experiencia que apenas podía describir. Afirmaba que “vio la gran luz en pleno día”. Esta revelación marcaría su camino como compositor, comprometiéndose a producir una obra que pudiera despertar en las personas una conciencia sobre las fuerzas cósmicas. Para cumplir este objetivo, la música debe fundirse en el continuo sonoro. Se debe romper el sistema interválico tradicional para crear un espacio sonoro que permita alcanzar una densidad ilimitada a través de distancias cada vez más pequeñas.
Poco a poco comienza a experimentar con este concepto. En 1918 escribe para dos pianos afinados con un cuarto de tono de diferencia, con lo que consigue dividir la octava en 24 partes. Su música empieza a difundirse entre los círculos más vanguardistas, pero se encuentra con que los instrumentos no están preparados para este tipo de música. Wyschnegradsky empieza a centrarse en solucionar este problema, una investigación que duraría una década y durante la cual se reuniría con distintos constructores de pianos y conocería a Alois Hába (1893-1973), que acabaría siendo otro de los grandes compositores microtonales.

Además de las obras pianísticas, empezó a escribir para cuartetos de cuerda, canciones y obras corales. En París —ciudad a la que le habían llevado sus investigaciones— encuentra una respuesta positiva a sus obras. Sin embargo, cuando finalmente consigue un piano microtonal, los intérpretes se rehúsan a aprender la técnica necesaria, por lo que abandona la búsqueda de nuevos instrumentos.
Incansable, Wyschnegradsky reescribe 25 de sus obras para poder interpretarlas con varios instrumentos con distintas afinaciones. En 1937 se organiza en París un festival de música con cuartos de tono. Allí dirige a un pequeño grupo de pianos, cerrando el concierto con una obra que llevaba tiempo madurando, la sinfonía para cuatro pianos Así habló Zaratustra. Entre los espectadores se encontraban Charles Koechlin y Olivier Messiaen, que recibirían con entusiasmo las ideas del compositor ruso.
Ante esta buena acogida planea crear obras para varios pianos con distancias de sextos y doceavos de tono, pero la Segunda Guerra Mundial corta de raíz su actividad. Como residente en Francia sin la ciudadanía de este país se ve obligado a asumir lo que él denominó una “pasividad artística obligatoria”.
Sin embargo, el final de la guerra no supone una reactivación de su actividad. Wyschnegradsky enferma de tuberculosis, por lo que es internado en un sanatorio hasta 1950.
A partir de ese momento, su creatividad y actividad compositiva alcanzan su máximo esplendor. Escribe para orquesta y para ondas Martenot e incluso se interesa por los comienzos de la música electrónica (música concreta). Es en esta última etapa cuando conoce a otro de los principales compositores microtonales, el mexicano Julián Carrillo (1875-1965).

Mosaicos cromáticos
Wyschnegradsky escribió en su diario que desde la niñez le fascinaban los arcoíris. La relación entre sonido y color es algo que le acompañaría durante toda su vida. En los planos que dibujó para un piano ultracromático (microtonal) se pueden ver distintos colores para los teclados superpuestos. La sinestesia de Aleksandr Scriabin —a quien admiraba enormemente y de quien se consideraba sucesor espiritual— fue una gran influencia en este sentido.

Estudió la correlación entre las 12 notas de la escala cromática y los 12 colores del espectro: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, violeta y las combinaciones de estos (azul-verde, violeta-rojo…). Esta transición del arcoíris a la música será el germen de sus mosaicos. Y es que, Wyschnegradsky creaba mosaicos para representar pictóricamente sus obras.
Llegó a adquirir tal maestría en esta técnica que era capaz de predecir el resultado que tendrían los cuadros antes de elaborarlos.
“He elaborado el lado visual de mi obra. Estoy conformando el proyecto de mosaicos luminosos y estudiando la secuencia de colores y formas que resultan de una secuencia musical dada1”.
Textos originales:
1 I’ve elaborated the visual side of my work. I am forming the luminous mosaic project and studying the sequence of colours and forms that result a given sequence.
Referencias:
Association Ivan Wyschnegradsky. (Sin fecha). CATALOGUE. Consultado el 30 de julio de 2020. http://www.ivan-wyschnegradsky.fr/en/biography/
Enke, E. (2010, 5 de noviembre). Byzantine chant and microtones. Lilypond-devel. https://bit.ly/2XhiSPq
Redacción y edición: S. Fuentes