Componer una ópera sobre Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas fue algo que siempre rondó la mente de György Ligeti (1923-2006). El compositor húngaro ya se había adentrado en el mundo operístico con El gran macabro en 1978, pero aquella sería su primera y última incursión.
Sin embargo, la voluntad de Ligeti no desapareció con él. Un año después de su muerte su antigua discípula Unsuk Chin (1961) —también fascinada por la novela de Lewis Carroll desde su infancia— estrenaría su primera ópera: Alicia en el país de las maravillas (2007).
La compositora surcoreana ya había cosechado un gran reconocimiento internacional con sus primeras obras. En 1984 la Tribuna Internacional de Compositores seleccionó su obra Gestalten en la categoría de música de cámara. Al año siguiente ganó el primer premio de la Fundación Gaudeamus con Spektra. También en 1985 consiguió una beca para estudiar en Hamburgo con Ligeti. Tras tres años bajo la guía del compositor húngaro Chin se trasladó a Berlín en 1988, donde sigue establecida actualmente.
Una apuesta rompedora
Continuando este vínculo con la vida musical alemana, Chin estrenó Alicia en el país de las maravillas el 30 de junio de 2007 en la Ópera Estatal de Baviera, en Múnich. El libreto es una adaptación del texto original de Carroll. La compositora y el libretista estadounidense David Henry Hwang introdujeron pequeños guiños a la historia y cultura contemporáneas, como incluir en el listado de cosas que empiezan por m que recita el Lirón a Mickey Mouse, Marte, Mao y Marx.
La puesta en escena escogida para el estreno se ha convertido en la insignia de esta ópera. El director escénico, Achim Freyer, optó por una estética innovadora, empleando el escenario como un teatro de marionetas. Los cantantes estaban situados en la parte delantera, caracterizados como estatuas que solo intervenían cuando era el turno de sus personajes. Estos personajes fueron encarnados por cabezudos y marionetas, permitiendo una gran libertad a la hora de reflejar el pintoresco universo planteado por Carroll.
Alicia es la única que escapó a estas estatuas, aunando personaje y voz en una misma figura. La protagonista se situó en el centro de la escena durante casi toda la obra, convirtiéndose en el eje de la acción. La soprano encargada de este papel fue Sally Matthews. Pese a la presencia de la cantante, también se recurrió a las marionetas para, por ejemplo, representar la versión agrandada de Alicia.

En cuanto a la música, la obra consigue reflejar muy bien los distintos ambientes en que se desarrolla la historia. Desde la locura hasta la inocencia infantil, cambiando entre ellos con una notable fluidez. Sobre estas atmósferas siempre planea un matiz grotesco y decadente proporcionado por la escenografía. El conjunto consigue que la frase “Aquí todos estamos locos” no sea una mera línea en el texto, sino algo subyacente a toda la representación.
La compositora combina elementos y recursos de orígenes muy distintos en la orquesta y las voces. Por ejemplo, en la fiesta del té podemos escuchar reminiscencias barrocas, mientras que la fanfarria heráldica que acompaña a la Reina de Corazones parece sacada de una big band.

También cabe mencionar la aparición de instrumentos en escena, concretamente en los dos interludios de la ópera. El primero corresponde a “El consejo de una oruga”, donde aparece un clarinete bajo como parte de la Oruga Azul, probablemente como referencia al narguile que caracteriza a este personaje. El segundo interludio equivaldría a “Historia de la Falsa Tortuga” en la novela de Carroll. En esta ocasión se puede observar una lata de sopa —similar a las latas de sopa Campbell, pero cambiando el etiquetado por “Carroll’s Fake Turtle Soup”— tocando una armónica.
Referencias:
Contemporary Classical. (2015, 26 de agosto). Unsuk Chin: Alice in Wonderland 2007 Opera . Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=_hXt-BPhRKA
IRCAM. (2019, 10 de septiembre). Unsuk Chin. http://brahms.ircam.fr/composers/composer/847/
Ross, A. (2007, 23 de julio). Looking-glass Opera. The New Yorker. https://www.newyorker.com/magazine/2007/07/30/looking-glass-opera
Redacción y edición: S. Fuentes