Apenas habían transcurrido unos pocos años del siglo XX cuando Miriam Hyde (1913-2005) nació en Adelaida. La música no escaseaba en el hogar de la compositora australiana: su hermana tocaba el violín y cantaba, su tía —perteneciente a la South Australian Symphony Orchestra, la actual Orquesta Sinfónica de Adelaida— tocaba el violín, la viola y el arpa; y su madre tocaba el piano. Fue este instrumento en el que se inició Hyde. Gracias a las lecciones maternas la joven consiguió acceder al conservatorio de su ciudad, el Elder Conservatorium of Music.
Tras graduarse en dicho conservatorio, consiguió una beca para estudiar en Londres, en el Royal College of Music. Hyde esperaba poder estudiar con Ralph Vaughan Williams, pero esto no fue posible. Pese a esta primera decepción, la joven tuvo la suerte de trabajar con maestros (Reginald Owen Morris y Gordon Jacob) que rápidamente vieron su potencial y le animaron a ampliar sus horizontes. Fue así, alentada por Morris, como convirtió algunas de sus composiciones pianísticas en todo un concierto, el Concierto para piano no.1 (1933).
Hyde pudo estrenar su concierto con la Orquesta Filarmónica de Londres, ejerciendo ella misma como solista. Fue un rotundo éxito y pocos días después comenzó a trabajar en su Concierto para piano no.2. Durante su estancia londinense, la joven compositora y pianista estrenó varias obras con distintas orquestas. En 1936 regresó a Australia y acabó por trasladarse a Sidney, donde desarrolló la mayor parte de su carrera.
Además de intérprete y compositora, Miriam Hyde fue poeta. Escribió cerca de 500 poemas, e incluso puso música a algunos de ellos. También trabajó con la Australian Music Examinations Board, una empresa encargada de emitir certificaciones de música. Fue nombrada oficial de la Orden del Imperio Británico y de la Orden de Australia. A día de hoy Hyde se encuentra entre los compositores australianos más respetados.
Un concierto inusual
El Concierto para piano no.1 de Hyde es una obra de grandes contrastes perfectamente maridados. En él cohabitan la juventud —lo compuso con tan solo 20 años— y algunos atisbos de madurez. La solidez de una compositora se une el virtuosismo y el conocimiento de su instrumento de una intérprete. Consta de tres movimientos: Allegro, Lento y Allegro scherzando.
Cuando se combinan una orquesta y un instrumento solista solemos encontrar un choque de fuerzas primordiales que unas veces pugnan entre ellas y otras caminan de la mano. En otras ocasiones el solista desempeña el papel de un cantante de ópera: un personaje que domina la escena, representada en la orquesta. Hyde huye de estos dos roles solistas en el comienzo de su primer movimiento. El conjunto de piano y orquesta es una especie de órgano: la solista tiene a su disposición tiradores para aportar, a su gusto, distintas sonoridades y colores a su música. La solista es una titiritera que maneja los hilos de la orquesta.
El resultado de esta curiosa combinación es magistral: el piano —ya de por sí con una escritura virtuosística y un carácter tempestuoso— ejecuta un intrincado teatro de sombras sonoro en el que casi olvidamos que hay más instrumentos sobre el escenario. Tras este éxtasis inicial, las melodías se vuelven más amables y emotivas, migrando la energía inicial hacia unas relaciones solista-orquesta más tradicionales.
Con el segundo movimiento llega un espacio de calma, un respiro tras el torbellino de energía del Allegro. Encontramos un movimiento más coral, en el que el piano comparte su protagonismo con otros solistas de la propia orquesta. El concierto se rodea de una atmósfera de gran lirismo con un cierto tinte sombrío. Hay pequeñas reminiscencias del ímpetu del primer movimiento que nos recuerdan cómo esta música puede volver en cualquier momento a su bravura inicial.
Y ese retorno llega.
El tercer movimiento recupera el espíritu ternario del Allegro en un aire de vals que combina la elegancia tempestuosa del primer movimiento con la tensión amable del segundo. Se alternan pasajes de subdivisión binaria con otros ternarios, creando una especie de polos que magnetizan la obra de un lado a otro. Estos extremos se entretejen con gran maestría. Se combinan una energía firme, casi marcial, con un fluir grácil y, en cierto modo, decadente. Y, finalmente, la solista lidera a la orquesta hacia un final grandilocuente y algo precipitado.
Referencias:
Australian Music Centre. (Sin fecha). Miriam Hyde (1913-2005) : Represented Artist. https://bit.ly/3pd3CiF
Burns, A. (2020, 23 de octubre). Miriam Hyde ‘Piano Concerto No.1’: Bold Piano. Classicalexburns. https://bit.ly/2KJRJ4M
The University of Adelaide. (Sin fecha). Miriam Hyde (1913-2005); Scores 1930-1988. https://bit.ly/366mLLM
Redacción y edición: S. Fuentes