Categorías
Palomitas y partituras

Un cerdito, un órgano y Saint-Saëns

Cuando pensamos en animales y en el compositor francés Camille Saint-Saëns (1835-1921), normalmente lo primero que se nos vendrá a la cabeza será su famoso Carnaval de los animales. En esta obra el autor hace desfilar a una asombrosa variedad de criaturas: desde tortugas y elefantes hasta canguros y pianistas. Además de esta incursión directa en la zoología, Saint-Saëns está muy vinculado a un animal concreto que poco tiene que ver con el Carnaval: el cerdito Babe, protagonista de la película homónima (1995).

Lo cierto es que la Sinfonía n.º 3 de Saint-Saëns no llegó de forma directa a Babe. La sinfonía, concretamente el maestoso de su segundo movimiento, se había popularizado enormemente a través de la canción If I Had Words (1977), de Scott Fitzgerald e Yvonne Keeley. Fue todo un melocotonazo que llegó a situarse en la tercera posición de las listas de éxitos de Reino Unido y Australia. Este tema aparece en la película cantado por el granjero Arthur Hoggett, más conocido por sus animales como “El Amo”.

Escena de Babe en la que el granjero canta If I Had Words.

Pero Babe no se limita a incluir If I Had Words. El compositor de la banda sonora, Nigel Westlake, utilizó el motivo del maestoso y construyó a su alrededor gran parte de la música original de la película. La sinfonía de Saint-Saëns aparece una y otra vez acompañando al cerdito en sus aventuras hasta parecer algo indisociable de la granja y sus animales. Babe recibió siete nominaciones a los Óscar, haciéndose con el galardón a mejores efectos visuales.

Sinfonía n.º 3

La Sinfonía n.º 3 de Saint-Saëns se caracteriza por tener un instrumento distintivo en su plantilla: el órgano. De hecho, muchas veces es llamada simplemente Organ Symphony (Sinfonía con órgano). Aparte de este nombre coloquial —casi tan extendido como el real—, la numeración de la sinfonía es engañosa, ya que fue la quinta obra de este tipo que escribió el compositor, aunque dos de las anteriores no estaban numeradas, de ahí que se le asignara el número 3.

La sinfonía fue un encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres en 1886. Más tarde Saint-Saëns le añadiría una dedicatoria a Franz Liszt, que falleció en junio de ese mismo año y al que le unía una gran amistad. Cuando recibió el encargo, el compositor francés ya era toda una celebridad en Inglaterra. Se había dado a conocer en las islas británicas una década antes, cuando fue invitado para tocar ante la reina Victoria. En esta primera aventura inglesa tuvo el privilegio de estudiar los manuscritos de Händel en la biblioteca del Palacio de Buckingham. Saint-Saëns llegó a tener una relación tan estrecha con Inglaterra que recibió doctorados honoríficos de las universidades de Cambridge y Oxford. También fue nombrado comendador de la Real Orden Victoriana tras componer una marcha de coronación para el rey Eduardo VII.

Sinfonía n.º 3, de Camille Saint-Saëns, por la Orchestre de Paris.

Aunque la cuantía ofrecida por la Sociedad Filarmónica no fue muy elevada —teniendo en cuenta el caché de Saint-Saëns—, el compositor aceptó el encargo, considerándolo todo un honor. Él mismo dirigió el estreno de la sinfonía en el St. James’s Hall de Londres. En el evento del estreno, además de dirigir su nueva obra el compositor tocó como solista el Concierto para piano n.º 4 de Beethoven.

La Sinfonía n.º 3 es una rara avis en la música de Saint-Saëns. El compositor, generalmente considerado conservador, introdujo algunas innovaciones en esta obra, que él mismo consideraba uno de los puntos álgidos de su carrera. Por ejemplo, hay una gran unidad temática, desarrollando el motivo principal a lo largo de toda la obra y no individualmente en cada movimiento. Este proceso de transformación había sido muy promovido por Liszt, por lo que es también una suerte de dedicatoria musical al compositor húngaro. También la estructura —que era un elemento al que Saint-Saëns prestaba especial atención— es inusual, ya que combina los cuatro movimientos habitualmente presentes en las sinfonías en tan solo dos. Esta condensación se completa con una eliminación de algunas de las repeticiones más comunes, como la recapitulación de la forma sonata inicial, que se sustituye por el comienzo de lo que en una sinfonía al uso hubiera sido el segundo movimiento.


Referencias:

ClassicFM. (Sin fecha). Saint-Saens’ Organ Symphony: The work that could not be surpassed. Consultado el 27 de mayo de 2023. https://www.classicfm.com/composers/saint-saens/guides/organ-symphony-jane-jones/

Henken, J. (Sin fecha). Symphony No. 3, “Organ”. LA Phil. Consultado el 27 de mayo de 2023. https://www.laphil.com/musicdb/pieces/3965/symphony-no-3-organ

Schwarm, B. (2013). Organ Symphony: work by Saint-Saëns. Britannica. https://www.britannica.com/topic/Organ-Symphony

Redacción y edición: S. Fuentes

Categorías
Palomitas y partituras

Saint-Saëns hecho videojuego

Cuando pensamos en bandas sonoras nos suelen venir a la cabeza las grandes producciones de Hollywood. Desde Jerry Goldsmith hasta Howard Shore. De Rachel Portman a Lucas Vidal. Pero el cine (o la televisión) no es el único medio audiovisual que necesita ser aderezado musicalmente. Los videojuegos son un medio en auge en el que también son necesarias bandas sonoras. Además, presentan una particularidad: la falta de linealidad.

Si en una película la acción transcurre según el guion, en un videojuego no se puede saber cuánto tardará el jugador en superar una zona o nivel. Por tanto, la música tendrá que poder formar bucles o encadenarse con otras pistas para ajustarse al ritmo de cada usuario.

En esta ocasión vamos a adentrarnos en la música de un videojuego: The End is Nigh (Edmund McMillen, 2017). Se trata de un juego de plataformas que se caracteriza por su gran dificultad y por una ambientación distópica. La particularidad que presenta este título es que su banda sonora está formada íntegramente por versiones de obras clásicas. Entre las distintas pistas encontramos numerosos clásicos populares: la 9ª sinfonía de Dvořák, la Marcha eslava de Chaikovski, El vuelo del moscardón de Rimski-Kórsakov, Peer Gynt de Grieg…

Versión de la «Marcha turca» de Mozart en la banda sonora de «The End is Nigh».

Pero entre todos estos éxitos del imaginario colectivo destaca la Danza macabra de Camille Saint-Saëns (1835-1921). La obra del compositor francés funciona como música de fondo —aunque con una gran presencia— en las primeras zonas del juego. La temática del poema sinfónico casa perfectamente con la ambientación sombría y enfermiza de The End is Nigh. Además, el tempo movido ayuda a buscar respuestas ágiles por parte del jugador, convirtiéndose en la compañía perfecta para esta experiencia interactiva.

Danza Macabra

La Danza Macabra de Saint-Saëns es un poema sinfónico basado en una poesía de Henri Cazalis. Se basa en el tópico de la “danza de la Muerte”, que proviene de las supersticiones medievales. Es el precursor de otros motivos de temática similar como el de “la Muerte y la doncella”. En la danza, la Muerte —personificada como un esqueleto— llama a bailar alrededor de una tumba a personajes de todas las edades y posiciones sociales. De este modo se recuerda que la muerte es igual para todos.

«Danza macabra» de Camille Saint-Saëns, interpretada por la Orquesta Sinfónica de la Radio Eslovaca.

Zig y zig y zag, muerte en ritmo
Golpeando una tumba con su talón,
La muerte a la medianoche juega una canción de baile,
Zig y zig y zag, en su violín.

La transición de este tópico a la música es algo natural, ya que reta a los compositores a imaginar cómo sonaría esta funesta danza. Músicos de todas las épocas y estilos han explorado esta temática: desde el renacentista Nörmiger hasta Schoenberg, Mahler, Ligeti o incluso Iron Maiden.

En el caso de Saint-Saëns la danza además contiene una pieza vocal. Esto se debe a que en un primer momento (1872) el compositor francés escribió solamente una canción a partir de los versos de Cazalis. Esta obra se fue desarrollando hasta convertirse en el poema sinfónico que actualmente conocemos, estrenado en 1875. Si comparamos la métrica del poema con el ritmo del tema principal podemos comprobar cómo encajan perfectamente:

Saint-Saëns despliega a lo largo de la obra un macabro sentido del humor que convirtió el estreno del poema sinfónico en todo un escándalo. Para empezar, la personificación de la Muerte era escalofriantemente realista —para el modo en que se concebía en la época—. El compositor utilizó el xilófono para representar los huesos, algo totalmente novedoso, ya que hasta entonces el uso de este instrumento se limitaba casi exclusivamente al folclore. Tras el buen resultado de esta innovación, Saint-Saëns volvió a usar el mismo recurso en Fósiles del Carnaval de los animales.

La broma continúa con una cita del Dies Irae. Se trata de una secuencia gregoriana asociada a misas de difuntos que se ha empleado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia de la música para simbolizar la muerte o un destino fatídico. Pero Saint-Säens le da una vuelta de tuerca y opta por parodiar la secuencia cambiándola al modo mayor, como si para la Muerte fuese un juego escoger quién ocupa la tumba.

Hacia el final de la obra escuchamos unas carcajadas. La celebración triunfal de la muerte, que una vez más ha conseguido imponerse. Tras esta victoria el gallo canta, dando paso al alba de un nuevo día y poniendo fin al escabroso ritual.


Referencias:

Henken, J. (s.f.). Danza macabra (Camille Saint-Saëns). LA Phil. Consultado el 12 de agosto de 2020. https://bit.ly/3kJ316r

Ridiculon. (s.f.). The End is Nigh. Consultado el 12 de agosto de 2020. https://ridiculon.bandcamp.com/album/the-end-is-nigh-ost

Redacción y edición: S. Fuentes