Probablemente 4’33’’, de John Cage (1912-1992), sea una de las obras musicales más conocidas y controvertidas del siglo XX. Mucha gente ajena al repertorio contemporáneo ha oído hablar de una obra en la que el intérprete se sienta y no hace nada durante más de cuatro minutos. Hay quienes lo consideran una broma de mal gusto o una estafa. El abanico de emociones que genera 4’33’’ suele oscilar entre el desconcierto y el enfado. Y algo así fue lo que ocurrió en su estreno, el 29 de agosto de 1952.
El estreno tuvo lugar cerca de Woodstock, Nueva York. El pianista David Tudor estaba a cargo de la interpretación, que se produjo en un edificio antiguo. Se sentó ante el piano, accionó su cronómetro, cerró la tapa y se mantuvo en silencio durante 33 segundos, la duración (y el nombre) del primer movimiento de la obra. Repitió el mismo proceso de abrir y cerrar la tapa para el segundo movimiento, reiniciando el cronómetro y esperando a que marcara 2’40’’. Al ser más largo que el primero, pasó algunas páginas a lo largo del mismo. El estreno concluyó con el tercer y último tiempo, 1’20’’. Al acabar, Tudor se levantó, saludó al público y abandonó el escenario.
Cuando le preguntaron a John Cage sobre la reacción negativa del público, respondió que no habían entendido la idea. El compositor defendía que el silencio no existe o, al menos, no en la naturaleza. La obra eran los sonidos fortuitos que habían ocurrido durante la interpretación. Lo que acababan de oír no eran cuatro minutos y medio de silencio. Durante el primer movimiento se había escuchado el viento silbar entre los resquicios del viejo edificio. En el segundo se había puesto a llover y las gotas repiqueteaban sobre el tejado. En el último movimiento los sonidos protagonistas habían sido creados por el propio público con sus cuchicheos, toses nerviosas o los pasos de gente que abandonaba la sala para manifestar su indignación.
4’33’’ no fue una ocurrencia pasajera de Cage, fue el fruto de varios años de trabajo. La obra comenzó a gestarse en 1948, cuando el compositor estadounidense planteó por primera vez la idea de una obra silenciosa. El título iba a ser Silent Prayer (Plegaria silenciosa). Cage se empapó de filosofías orientales y budismo zen, adoptando una postura de “aceptar” en vez de “hacer”. Es por eso que la obra incorpora los sonidos que están ocurriendo a su alrededor. El entorno no interrumpe la música, sino que fluye con ella, es parte de ella. Cage destacaba esta característica como un rasgo de modernidad, algo que sería inconcebible en la tradición clásica.
Al depender de los sonidos del público y el entorno, cada interpretación de 4’33’’ es única. La dependencia de estos sonidos a priori ajenos a la obra supone una suerte de aleatoriedad, un recurso del que Cage se valió en numerosas ocasiones. Además de como una reflexión sobre el silencio o su inexistencia, 4’33’’ puede plantearse como la exploración de la frontera que separa lo musical de lo no-musical. Los espectadores del estreno no escucharon los sonidos fortuitos porque no esperaban encontrarlos en una sala de conciertos. Como la Fuente de Marcel Duchamp, la obra de Cage plantea la siguiente cuestión: ¿Qué hace que un sonido o cualquier manifestación estética sea “digna” de exhibirse en una sala de conciertos o un museo?
Referencias:
Davies, S. (1997). John Cage’s 4’33». Is It Music? Australasian Journal of Philosophy, 75, 448-462.
Schwarm, B. (Sin fecha). 4’33» work by Cage. Britannica. Consultado el 24 de septiembre de 2022. https://www.britannica.com/topic/433-by-Cage
Redacción y edición: S. Fuentes