A finales del siglo XIX la familia Hall vivía en la provincia noruega de Hedmark. Se trataba de un matrimonio acomodado con cuatro hijos. El padre, farmacéutico, tocaba el violonchelo y la madre el piano. Pese a ser amateurs, se involucraban activamente en la vida musical de su ciudad. No es de extrañar que los cuatro pequeños demostraran dotes para la música, aunque una de sus hijas despuntó especialmente: Pauline Hall (1890-1969), quien llegaría a ser presidenta de la Sociedad Internacional para la Música Contemporánea.
La joven se especializó en el repertorio clásico desde niña y antes de cumplir 20 años viajó a Kristiania, la actual Oslo, para estudiar composición con Catharinus Elling. Mientras Hall estudiaba en la capital, su familia se mudó a Tromsø, una localidad del norte de Noruega. Allí estrenó la compositora algunas de sus primeras obras con un grupo de cámara formado por ella misma al piano, su padre al chelo, un tío suyo violinista y una cantante local. Los periódicos de la ciudad recibieron estos primeros conciertos con gran entusiasmo, calificando el trabajo de Hall de prometedor.
Tras estos primeros éxitos, Hall decidió irse a París a buscar inspiración. Su idea inicial era estudiar allí composición, pero los innumerables estímulos de la capital francesa hicieron que abandonara rápidamente ese plan. La compositora aprovechó el tiempo en la ciudad de la luz para acudir a multitud de conciertos, exposiciones y representaciones teatrales. Esta experiencia quedó grabada en su memoria y la recordaba incluso 50 años después en algunos de sus escritos. Ansiosa de saber más sobre las grandes corrientes culturales europeas, en 1914 Hall se fue a Dresde a ampliar sus estudios, pero tuvo que regresar a Noruega cuando murió su padre, ya que su capacidad económica se vio sensiblemente mermada.
Pese a encontrarse de vuelta en su país, la mente de Hall seguía en Francia y Alemania. Con sus vivencias muy presentes, la compositora publicó en la revista Norsk Musikerblad, del Sindicato de Músicos Noruegos, un artículo titulado La guerra y la música por venir. En él relacionaba la Primera Guerra Mundial con las tendencias culturales y musicales propias de cada bando. Hall defendía a Debussy, que apenas era conocido en la escena musical de Oslo, como el salvador de la música francesa, una alternativa necesaria al intelectualismo de los herederos de Wagner.
Hall continuó componiendo desde Oslo. En sus obras combinaba un estilo tardorromántico con influencias parisinas. La crítica, que ella misma consideraba provinciana y nacionalista, elogiaba las primeras, pero denostaba las segundas. Esta acogida dubitativa no desanimó a Hall, que siguió estrenando sus obras. Para la puesta de largo de su Nocturne Parisien contrató a la orquesta de la Philarmonic Company junto a otros dos compositores: Ludvig Irgens-Jensen y Arne Eggen. Los tres estrenaron sus obras, que fueron todo un triunfo artístico. Sin embargo, el concierto fue un fracaso económico y la terna de autores acabó perdiendo dinero en esta aventura.
Pauline Hall llegó a la conclusión de que le sería muy difícil ganarse la vida únicamente como compositora, por lo que aceptó una oferta de un periódico para trabajar como corresponsal en Berlín desde 1926. Tras advertir en sus artículos sobre los peligros del auge del nazismo, Hall regresó a Noruega. El mismo periódico le ofreció una posición permanente como crítica musical. Este nuevo trabajo, unido a una serie de encargos, hizo que la compositora tuviera finalmente la estabilidad económica necesaria para convertirse en la gran autora que aspiraba a ser.
Referencias:
Kvalbein, A. (Sin fecha). The General: Pauline Hall and the Foundation of Ny Musikk (trad. S. Mackie). nyMusikk. Consultado el 4 de febrero de 2023. https://nymusikk.no/en/news/the-general
Redacción y edición: S. Fuentes