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Escobar, fundadora del Ateneo

El Ateneo de Caracas irrumpió en la vida cultural venezolana en 1931. Con el país inmerso en la dictadura de Juan Vicente Gómez, la institución se convirtió en todo un referente que revitalizó e impulso la cultura en sus distintos ámbitos, con especial hincapié en la poesía y la música. Su fundadora y primera presidenta fue la compositora y pianista María Luisa Escobar (1896-1985). Fue reelegida para estar al frente de la institución durante once años, antes de ser sucedida por una de sus vicepresidentas. Además del Ateneo de Caracas, Escobar contribuyó a la creación de espacios similares en otras ciudades venezolanas, poniendo especial atención al Ateneo de Valencia, su ciudad natal, fundado en 1936. Como homenaje, la sala de conciertos de esta institución lleva el nombre de la compositora.

Concierto sentimental, de María Luisa Escobar, por Rose Marie Sader.

Gracias a su pertenencia a la alta sociedad, Escobar y sus compañeras no encontraron mucha oposición por parte del régimen a la hora de emprender el proyecto del Ateneo. La idea surgió como una expansión de los eventos sociales celebrados en casa de la compositora. Gracias a un general afín al gobierno dictatorial consiguieron el edificio que usaron como primera sede de la institución, aunque su acondicionamiento corrió a cargo de Escobar y la poeta Cachi de Corao, quien se convertiría en la tesorera. Además de Escobar y Corao, otras mujeres ocuparon puestos destacados en la institución, conformando una cúpula directiva de amplia mayoría femenina, especialmente en los cargos más altos. La inauguración del espacio generó una gran expectación y tuvo una amplia cobertura mediática. De hecho, el recital de poesía y el concierto inaugural fueron retransmitidos por la radio.

La Escobar compositora

Quizás por su cercana relación con la literatura —como muestra la gran presencia de la poesía en la primera etapa del Ateneo—, una gran parte de la obra de Escobar estuvo vinculada al teatro. La compositora escribió numerosas obras para teatro musical, entre las que se incluyen Orquídeas azules o Blanca Nieves y los siete enanitos. La primera de estas composiciones es una sinfonía-ballet en tres actos sobre una leyenda de las Guayanas, lo que refleja el gran interés de Escobar en las culturas indígenas.

Escobar cultivó otros géneros musicales, además del teatro. Entre otras formas y géneros, escribió canciones que gozaron de gran popularidad, música de cámara y composiciones para piano. A su instrumento predilecto, del que era una gran intérprete, dedicó obras como Sueños de Bolívar, La luz de mi ciudad o Noche de luna en Altamira. Aunque, sin duda, su obra pianística más reconocida es su Concierto sentimental: una composición en dos movimientos que sitúa al piano al frente de la orquesta y que la propia Escobar interpretó en Caracas, Buenos Aires y Nueva York.

Noche de luna en Altamira, de María Luisa Escobar, por Guiomar Narváez.

Siendo ella misma compositora, Escobar detectó la precaria situación en que se encontraba su profesión en Venezuela respecto a los derechos de autor y la protección legal. Aprovechando sus recursos económicos, viajó por distintos lugares de Europa y Norteamérica para estudiar cómo se organizaban los compositores en otros países. Con los conocimientos que adquirió fundó la Asociación Venezolana de Autores y Compositores, que se encargó de gestionar los ingresos por derechos de autor y dar protección a sus socios.


Referencias:

Palacios, M. (2008). María Luisa Escobar: un nombre escrito en nuestra historia. Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela.

Redacción y edición: S. Fuentes

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Las canciones cosmopolitas de White

Aunque nació en Normandía, Maude Valérie White (1855-1937) se trasladó a Inglaterra junto a su familia cuando apenas tenía un año. La suya era una familia muy viajera (y acaudalada) que antes de instalarse en Francia había estado viviendo en Chile. De hecho, los hermanos mayores de la compositora hablaban entre ellos en castellano. Aunque la familia se estableció definitivamente en Inglaterra, la niña siguió viajando por Europa para formarse. Su primer destino fue Heidelberg, en Alemania, donde estudió bajo la tutela de una institutriz. La siguiente parada en esta educación internacional fue París, pero se interrumpió antes de lo esperado debido a la muerte del padre de White a causa de la fiebre amarilla.

Scherzetto, de Maude Valérie White, por Kamilla Arku.

Como parte de su educación, White se había iniciado en el mundo de la música. Con 9 años se unió al coro infantil de Wolverhampton, en el que era la única niña. Pocos años después empezó a tocar el piano con Ernst Pauer, quien la introdujo a los lieder de Schumann. Inspirada por el compositor alemán, White se aventuró a escribir sus propias canciones, poniendo música a poemas de, entre otros, lord Byron. Pese a esta afinidad con la música, la madre de la compositora era reacia a que su hija desarrollara una carrera profesional en este arte, aunque acabó cediendo. Fue así como White consiguió ingresar en la Royal Academy of Music en 1876.

Aunque sus maestros animaron a White a explorar distintos géneros musicales, la compositora tenía clara su predilección por la música vocal. De nada sirvió la insistencia de su maestro George Macfarren. También Robert Fuchs vio el potencial de White para las obras orquestales, pero tampoco pudo convencerla cuando estudió junto a él tras ganar el prestigioso Premio Mendelssohn en 1879. Quizás por su facilidad para los idiomas —además de inglés, hablaba alemán, francés y español, gracias a su infancia viajera— o por su gusto por la literatura, White centró casi toda su producción en música vocal. Su catálogo incluyó cientos de canciones, además de obras corales, piezas para piano, música incidental para teatro, un ballet (The Enchanted Heart) y una ópera inconclusa.

So we’ll go no more a’roving, de Maude Valérie White, por Grace Lin (voz) y Vera Hsu (piano).

Los viajes de White continuaron durante su vida adulta. La compositora fue capaz de extraer de estas estancias en otros países recursos musicales, que posteriormente integraba a la perfección en su música. También era habitual que variara el formato de las obras según el idioma de los textos que utilizara. Por ejemplo, para sus canciones en alemán (Maude Valérie White’s Album of German Songs, Sechs Volkslieder) seguía un formato más cercano a los lieder románticos. Sin embargo, al trabajar en francés impregnaba su música de recursos cercanos al impresionismo. Pese a esta versatilidad, había ciertos elementos a los que White recurría asiduamente, con independencia del idioma de los textos. Estas herramientas, como acompañamientos arpegiados o extensos postludios pianísticos, ayudaban a conformar su distintiva identidad musical.

White trabajó como compositora, traductora y escritora, demostrando la delicadeza y el detalle con que trataba los textos que llegaban a sus manos. Impulsó activamente que sus obras fueran programadas e interpretadas, llegando a gozar de gran difusión en su época. De hecho, era muy habitual que las obras de la compositora tuvieran un hueco en los Proms, uno de los ciclos de conciertos más importantes del mundo.


Referencias:

Howe, R. (Sin fecha). Maude Valérie White. Oxford Lieder. Consultado el 29 de abril de 2023. https://www.oxfordlieder.co.uk/composer/255

Philadelphia Chamber Music Society. (Sin fecha). Maude Valérie White. Consultado el 29 de abril de 2023. https://www.pcmsconcerts.org/composer/maude-valerie-white/

Redacción y edición: S. Fuentes

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Anido: la argentina que conquistó el mundo

A principios del siglo XX la guitarra se convirtió en el instrumento de moda en el sur de América Latina. Era frecuente que muchos grandes intérpretes realizaran giras de conciertos y estancias en Argentina, Chile y Uruguay. Fue así como la argentina María Luisa Anido (1907-1996) se formó con dos maestros catalanes sin salir de su país. Los primeros pasos de Anido fueron guiados por su padre, un editor aficionado a la guitarra. El hombre rápidamente se dio cuenta del talento de su hija y, viéndose superado, se apresuró a buscar profesores a la altura de la niña.

Barcarola, de María Luisa Anido, por María Isabel Siewers.

De este modo, Anido se convirtió en alumna de Domingo Prat y Miguel Llobet, dos de los más importantes guitarristas de la época. La niña demostró ser todo un prodigio y con tan solo 9 años comenzó a dar conciertos en Argentina, a los que pronto sumaría otros en Brasil. Con 20 años grabó unos dúos con Llobet que adquirieron gran fama internacional. Un musicólogo francés llego a decir —no sabemos con qué rigor— que era “el primer dúo de guitarras del siglo XX”.

Maestra internacional

En 1952 Anido emprendió su primera gran gira europea. Recorrió numerosos países, entre los que se encontraban España, Francia, Italia, Austria, Rumanía y Reino Unido. La acogida que tuvo la guitarrista y compositora argentina fue unánime, todo un éxito de crítica y público. Tras conquistar el viejo continente, Anido se embarcó en una nueva gira, esta vez por Japón. En el país nipón realizó más de 15 conciertos, a los que sumó clases magistrales e interpretaciones radiofónicas. Este viaje fue tan importante que el Parlamento japonés organizó una recepción en honor para la guitarrista, agasajándola con importantes obsequios.

Aire norteño, de María Luisa Anido, por María Isabel Siewers.

El éxito internacional se repitió en 1956, esta vez en Rusia. Como ya ocurriera en Japón, los conciertos de Anido fueron eventos sociales de gran importancia. A ellos acudieron las autoridades soviéticas y destacadas personalidades del ámbito cultural. Dmitri Kabalevski afirmó que “en las manos de Anido la guitarra sonaba como toda una orquesta”.

Además de estas y otras giras, Anido fue jurado de numerosos certámenes internacionales. También combinó esta actividad interpretativa con una importante labor docente. Esta función pedagógica se produjo tanto a nivel nacional, como profesora de distintos conservatorios e instituciones argentinas (incluido el Conservatorio Nacional de Música en Buenos Aires); como internacional, impartiendo clases magistrales y cursos de perfeccionamiento por todo el mundo. En sus composiciones también se puede apreciar esta dualidad geográfica, ya que combinó obras propias plagadas de referencias al folclore argentino con transcripciones para guitarra de obras de grandes compositores de distintos países.

El Misachico, de María Luisa Anido, por María Isabel Siewers.

Tras recorrer medio mundo junto a su guitarra, Anido se estableció en la tierra de sus maestros, en Cataluña. Allí pasó sus últimas décadas, salvo por una estancia en Cuba cuando fue contratada por el gobierno para dar clases en La Habana. La compositora y guitarrista estuvo especialmente vinculada a Tarragona, ciudad en la que murió y fue enterrada en 1996. A lo largo de su carrera recibió numerosos galardones y reconocimientos internacionales, ganándose el sobrenombre de la “Primera Dama de la Guitarra”.


Referencias:

Certamen Internacional de Guitarra María Luisa Anido. (Sin fecha). María Luisa Anido. Consultado el 1 de abril de 2023. https://www.certamenanido.com.ar/maria_luisa_anido.htm

EFE. (1996, 4 de junio). María Luisa Anido, guitarrista. El País. https://elpais.com/diario/1996/06/05/agenda/833925605_850215.html

Fundación Konex. (Sin fecha). Maria Luisa Anido. Consultado el 1 de abril de 2023. https://www.fundacionkonex.org/b756-maria-luisa-anido

Redacción y edición: S. Fuentes

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El éxito en México de Prieto

La compositora asturiana María Teresa Prieto Fernández de Llana (1896-1982) procedía de una familia amante de la música. Pese a no ser intérprete profesional, su madre tenía un gran nivel pianístico. Con este estímulo materno, tanto la autora como su hermano pequeño, Carlos, empezaron a estudiar música desde pequeños. Cuando llegó la hora de dar el salto a los estudios reglados, Prieto lo hizo en el Conservatorio Provincial de Oviedo junto a Saturnino Fresno, que era también el director de la Academia de Bellas Artes de San Salvador. Junto a él la joven descubrió la inmensidad de Bach, pero también la música popular asturiana.

Por motivos de salud, los médicos recomendaron a Prieto un cambio de clima, por lo que se trasladó junto a su madre a Madrid. Allí ingresó en el Conservatorio, donde estudió armonía con Benito García de la Parra y piano con José Cubiles. Esta formación se complementaba durante los veranos, que pasaba en Santander. En la capital cántabra conoció a José María Nemesio Otaño, que era el director del coro de la Universidad Pontificia de Comillas y se convirtió en su maestro estival de composición.

Adagio-Allegro de la Sinfonía asturiana de María Teresa Prieto, por la Orquesta de Córdoba.

Una nueva vida

La muerte de su madre y el estallido de la Guerra Civil hicieron que Prieto buscara refugio en México, país en el que vivía su hermano desde 1922. En el país centroamericano, Carlos Prieto se había convertido en un importante empresario y mecenas. Por su casa pasaron personalidades de distintos ámbitos culturales, incluyendo a figuras tan destacadas como María Zambrano o Ígor Stravinski. El hermano de la compositora colaboraba a menudo con su tocayo Carlos Chávez, uno de los pilares sobre los que se estaba construyendo la nueva identidad cultural mexicana. Chávez centraba sus esfuerzos en tres frentes: la educación, crear una cultura de apoyo institucional a la música y el fomento de la música de nueva creación (a través de encargos y programando estrenos). Alrededor de Chávez orbitaron muchos de los músicos españoles que llegaban al país, como Rosa García Ascot, Jesús Bal y Gay, Gustavo Pittaluga, Adolfo Salazar o Rodolfo Halffter.

Cuando María Teresa Prieto llegó a casa de su hermano en 1936 se encontró de repente en el centro de la vida musical mexicana. Se empapó de las influencias nacionalistas a través de Manuel Ponce, pero también de las corrientes vanguardistas norteamericanas y las nuevas ideas que los expatriados españoles traían consigo de Europa. A partir de la década de 1940 comenzó a componer y estrenar obras con un notable éxito. Entre ellas se encontraba Sinfonía asturiana (1942), con la que se ganó el reconocimiento de la colonia española tras su estreno a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Teatro de las Bellas Artes. Este prestigio se contagió al resto de la sociedad tan solo dos años después, ya que su poema sinfónico Chichen-Itzá tuvo exactamente el mismo efecto sobre el público mexicano.

Chichen-Itzá, de María Teresa Prieto, por la Orquesta de Córdoba.

Prieto gozaba de tal renombre que cuando Darius Milhaud llegó a la capital mexicana, invitó a la compositora a perfeccionar con él su técnica en el Mills College de Oakland. La autora asimiló las enseñanzas del músico francés, pero también el dodecafonismo que importó Rodolfo Halffter. Fue así como Prieto desarrolló un estilo propio en el que tenían cabida todo tipo de influencias: desde el folclore asturiano y mexicano hasta las últimas modas modernistas e incluso tintes de serialismo.


Referencias:

Perón Pérez, T. (2012). María Teresa Prieto y Carlos Chávez: paradigma de la fructífera relación de México y España a mediados del siglo XX. Cuadernos de Música Iberoamericana, 23, 67-86.

Rodríguez de la Torre, F. (Sin fecha). María Teresa Prieto y Fernández de la Llana. Real Academia de la Historia. Consultado el 18 de marzo de 2023. https://dbe.rah.es/biografias/31042/maria-teresa-prieto-y-fernandez-de-la-llana

Vallina Vallina, A. (2023, 1 de enero). María Teresa Prieto, la compositora ovetense que dejó huella en la música mexicana. La Nueva España. https://www.lne.es/mas-domingo/2023/01/01/maria-teresa-prieto-compositora-ovetense-80526781.html

Redacción y edición: S. Fuentes

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Lili Boulanger: una vida breve, pero intensa

En 1835 un joven compositor francés ganó el Premio de Roma. Se trataba de Ernest Boulanger, que aún no había cumplido los 20 años. Décadas más tarde este músico se casaría con una princesa rusa —mucho más joven que él— con la que tuvo dos hijas: Nadia y Lili. Aunque el padre de las niñas murió cuando estas eran aún muy pequeñas, ambas respiraron un ambiente cargado de música desde la cuna. Lili Boulanger (1893-1918) fue tan precoz demostrando su talento que con solo dos años empezó a recibir lecciones de su madre, a las que pasado un tiempo se sumaron las de su hermana mayor.

Les Sirènes, de Lili Boulanger, por La Maîtrise de Radio France.

Desgraciadamente, la pequeña contrajo una neumonía bronquial que le dejó secuelas de por vida. Desde su infancia Lili Boulanger tuvo una salud muy frágil que le impidió estudiar en el Conservatorio y limitó su aprendizaje a lecciones privadas. Pese a estas dificultades, la compositora salió adelante. Aprendió a tocar el violín, el piano y el arpa, además de recibir lecciones de canto y composición. Trató de conseguir el Premio de Roma en 1912, pero no lo consiguió. Sin retroceder lo más mínimo, Boulanger intentó de nuevo ganar el galardón el año siguiente, esta vez haciéndose con él y convirtiéndose en la primera mujer en lograrlo. La obra merecedora del premio fue la cantata Faust et Hélène.

Este éxito captó una gran atención, tanto en Francia como en medios internacionales. También logró que la editorial Ricordi se acercara a Boulanger, ofreciéndole un contrato que le proporcionaría ingresos regulares, permitiendo que se volcara de lleno en la composición. Haciendo uso de la beca que acompañaba al premio, la compositora comenzó su estancia en Roma con grandes ambiciones. El periodo fue enormemente productivo, permitiéndole terminar varias composiciones, entre las que se incluye su ciclo de 13 canciones Clairières dans le ciel. Estas composiciones presentaban un estilo vanguardista y luminoso, con textos plagados de elementos de la naturaleza, como flores o pájaros.

Salmo 129, de Lili Boulanger, por el Monteverdi Choir y la London Symphony Orchestra.

El estallido de la Primera Guerra Mundial obligó a Boulanger a regresar a Francia. Allí creó junto a su hermana una organización que ofrecía apoyo psicológico y material a músicos que estuvieran combatiendo en el frente. En 1916 tuvo la oportunidad de volver a la capital italiana, a pesar de que la guerra aún no había concluido. En esta segunda etapa de su estancia romana, la compositora se embarcó en proyectos de gran envergadura, como su adaptación de los salmos 129 y 130 o su ópera en cinco actos, La princesse Maleine. Sin embargo, la aventura en Roma fue nuevamente interrumpida, en esta ocasión por un rápido deterioro de su salud.

Lili Boulanger pasó sus últimos años de vida en París, intentando concluir las numerosas obras que había comenzado. Siguió componiendo incluso cuando ya no tenía fuerzas para escribir. Lo consiguió gracias a la inestimable ayuda de su hermana Nadia, a quien dictaba las obras. Murió de tuberculosis con 24 años dejando un legado de más de 60 obras, sumando las finalizadas y las inconclusas. Nadia Boulanger, que acabaría convirtiéndose en maestra de muchos de los compositores más importantes del siglo XX, hizo una gran labor para difundir la música de su hermana, a quien consideraba una de las autoras con más talento de entre todos los músicos a los que conoció.


Referencias:

Chan-Hartley, H. (2023). Lili Boulanger. Centre National des Arts. https://nac-cna.ca/en/bio/lili-boulanger

Loges, N. (2022). Lili Boulanger. Oxford Lieder. https://www.oxfordlieder.co.uk/composer/174

Nelson, T. (Sin fecha). Lili Boulanger. Music By Women. Consultado el 7 de marzo de 2023. https://www.musicbywomen.org/composer/lili-boulanger/

Redacción y edición: S. Fuentes

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Dika Newlin: dodecafonismo y punk

En la historia de la música han existido multitud de niños prodigio. Durante mucho tiempo se explotó a estos pequeños genios como si fueran atracciones de feria, llevándolos a giras ininterminables en las que los únicos beneficiarios eran sus padres o parientes. Muchos de estos niños eran prodigios de sus instrumentos a edades muy tempranas, pero la mayoría palidecen al compararlos con Dika Newlin (1923-2006). La compositora estadounidense no encajaba en el concepto que habitualmente manejamos de niño prodigio, pero su precocidad y genialidad son innegables y superaron el ámbito de la música.

Se dice que Newlin ya leía con tres años, tocaba el piano con seis y empezó a componer con siete. Sus padres, que eran profesores en la Universidad Estatal de Michigan, consiguieron que fuera admitida en esta institución a los 12 años. Por aquel entonces Newlin ya había estrenado una obra con la Orquesta Sinfónica de Cincinnati: Cradle Song. El director de la orquesta, Vladimir Bakaleinikov, escuchó la composición —originalmente escrita para piano— y quedó tan impresionado que la arregló y programó su estreno. El director pensó que el talento de aquella niña necesitaba de un mentor que estuviera a la altura, por lo que insistió en que Newlin estudiara con el compositor más importante de cuantos se encontraban en Estados Unidos en esa época: Arnold Schoenberg.

Piano Trio, de Dika Newlin, por el London Czech Trio.

Bakaleinikov no conocía personalmente al compositor austriaco, por lo que no había ningún atajo para que Newlin llegara hasta él. La niña tuvo que esperar hasta completar su título en la Universidad Estatal de Michigan para matricularse en la Universidad de California, donde Schoenberg daba clases. Como solo tenía 16 años, Newlin tuvo que viajar a Los Ángeles con su madre para asistir a esta nueva universidad. La joven creció como compositora bajo el amparo del músico austriaco y llegó a convertirse en una experta en su obra. Tanto es así que a los 22 años concluyó su doctorado por la Universidad de Columbia, publicando los resultados del mismo más tarde en el libro Bruckner, Mahler, Schoenberg.

Newlin también perfeccionó su técnica como pianista junto a Artur Schnabel y Rudolf Serkin y, de haberlo deseado, habría podido ejercer como concertista. Siendo una figura destacada en composición, interpretación y musicología, Newlin decidió transmitir sus conocimientos a las generaciones venideras, por lo que escogió dedicarse a la docencia. Dio clases en distintas universidades, como la Universidad Drew o la del Norte de Texas. Intentaba empaparse de las inquietudes y los gustos de sus alumnos, entre los que era muy querida y valorada. También les hacía partícipes de distintas performances que atraían a un gran público, formado principalmente por universitarios —de todas las especialidades, no solo músicos— y hippies.

Dika Newlin en 1985.

En 1978 Newlin empezó a dar clases en la Universidad de la Mancomunidad de Virginia. En esta institución algunos de sus alumnos tenían una banda punk llamada ApoCowLypso. La compositora, que siempre había tenido una faceta antisistema que le había costado enfrentamientos con más de un decano, se vio atraída por esta cultura urbana, de la que rápidamente formó parte. Era habitual ver a Newlin durante los años 80 y 90 en Richmond, donde tenía su sede la universidad, vestida de cuero y con el pelo teñido de colores chillones. Gracias a su presencia en la escena punk llegó incluso a participar en películas de terror dirigidas por Michael D. Moore.


Referencias:

Ankeny, J. (Sin fecha). Dika Newlin Biography. AllMusic. Consultado el 11 de febrero de 2023. https://www.allmusic.com/artist/dika-newlin-mn0000215510/biography

Arnold, D. (2017, 19 de junio). Schoenberg’s Punk Rocker:  The Radical Transformations of Dika Newlin. New Music USA. https://newmusicusa.org/nmbx/schoenbergs-punk-rocker-the-radical-transformations-of-dika-newlin/

Martin, D. (2006, 28 de julio). Dika Newlin, 82, Punk-Rock Schoenberg Expert, Dies. The New York Times. https://www.nytimes.com/2006/07/28/arts/music/28newlin.html

Redacción y edición: S. Fuentes

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Alcalay: música no hecha para gustar

La compositora de origen croata Luna Alcalay (1928-2012) era hija de un comerciante judío procedente de Austria. Por esta razón, su formación musical comenzó en su Zagreb natal, continuó en Tel Aviv y concluyó en Viena, ciudad a la que se mudó la familia cuando Alcalay tenía 23 años. En la capital austriaca estudió piano con Bruno Seidhofer y composición con Alfred Uhl en la actual Universidad de Música y Arte Dramático de Viena. La propia Alcalay terminó siendo profesora de piano en esta institución, donde desarrolló una importante labor pedagógica durante más de 30 años.

apostroph 3, de Luna Alcalay, por Weiping Lin.

En su vertiente compositiva, el verdadero mentor de Alcalay fue el Bruno Maderna. El músico italiano estaba muy vinculado al entorno de Darmstadt, por lo que la compositora se vio irremediablemente atraída hacia los Cursos de Verano de la localidad alemana. Allí se familiarizó con el serialismo y las corrientes vanguardistas de la segunda mitad de siglo. También accedió a la música del que se convertiría en uno de sus principales referentes: Luigi Nono. Alcalay definía su viaje estilístico como un comienzo atrapado por el serialismo, la adscripción a distintos movimientos individualistas y una última búsqueda de un sistema compositivo propio. Fue Maderna quien animó a la compositora a desarrollar este lenguaje personal, que partió de una flexibilización de los orígenes seriales de Alcalay para abogar por un estilo especialmente comunicativo.

Maderna intentó velar por los intereses de Alcalay, pero las cosas no siempre salieron bien. A principios de los años 60 le pidió a la compositora que escribiera una obra orquestal que quisiera estrenar en Roma. Alcalay trabajó duramente durante meses, llegando incluso a pedir un préstamo ante la enorme dedicación que le exigía la obra. Pese a este esfuerzo, Maderna regresó de un viaje a la capital italiana con malas noticias: el promotor del concierto se negaba a estrenar una composición escrita por una mujer en sus eventos, por lo que se cancelaba por completo el encargo. Tras este varapalo, el maestro animó a Alcalay a acometer una nueva obra, la que terminaría siendo Una strofa di Dante. El propio Maderna se encargó de dirigir la obra en Viena en su estreno. Quizás como una forma de resarcirse por la frustrada experiencia romana, la strofa se basaba en una línea de la Divina comedia: “abandonad toda esperanza quienes entráis aquí” (“Lasciate ogni speranza voi ch’entrate”).

Una Strofa di Dante, de Luna Alcalay, por la Orquesta y Coro de la Radio Austriaca.

Otra lectura de esta frase lapidaria es la de una advertencia al público. En ese sentido, la elección de este inquietante texto no fue algo insólito en la relación de Alcalay con sus obras. La propia autora llegó a decir que su música no era “para disfrutar”. Se dice que incluso llegó a recriminar al público que aplaudiera, asegurándoles que la obra no les había “gustado”. Esta visceralidad se reflejó en otros temas utilizados en las composiciones de Alcalay, como la ópera Jan Palach, de 1985. En ella se contaba la historia del estudiante que se prendió fuego para protestar contra las tropas soviéticas. Este argumento aúna la crudeza citada previamente con un cierto compromiso social, plasmado también en otras obras, como UNO-Cantata, que usaba como texto la Declaración Universal de los Derechos Humanos.


Referencias:

Herer, H. (2022, 5 de noviembre). Zum 10. Todestag der Komponistin Luna Alcalay. radioherer. https://radiohoerer.info/zum-10-todestag-der-komponistin-luna-alcalay/

Pullinger, M., y Schwarz, E. (2021, 13 de septiembre). Bachtrack top ten: Dante Alighieri. bachtrack. https://bachtrack.com/playlist-dante-alighieri-francesca-da-rimini-gianni-schicchi-september-2021

Ricordi. (Sin fecha). Alcalay, Luna. Consultado el 21 de enero de 2023. https://www.ricordi.com/en-US/Composers/A/Alcalay-Luna.aspx

Redacción y edición: S. Fuentes

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Vivado: atonalidad chilena

Los comienzos de Ida Vivado (1913-1989) en el mundo de la música no fueron sencillos. La compositora chilena empezó a tocar el piano con cuatro años, demostrando una enorme vocación musical pese a su temprana edad. Con ocho años intentó acceder al Conservatorio Nacional de Chile, pero la solicitud fue entregada fuera de plazo y, por tanto, rechazada. Esta negativa supuso un duro golpe para Vivado, que se apartó por completo del piano hasta la década de los años 30.

Series alternadas para piano, de Ida Vivado, por Elvira Savi.

Vivado se reencontró con el piano y la música con ganas de recuperar el tiempo perdido. Rápidamente consiguió ser admitida en el Conservatorio y en 1942 terminó la carrera de piano. Inmediatamente después se adentró en la composición, a la vez que seguía perfeccionando su técnica como instrumentista. Sin embargo, Vivado sentía que ya era tarde para ella. Debido al hiato musical de su niñez, la compositora creía que no podría llegar a convertirse en una gran pianista y recondujo sus aspiraciones hacia la docencia. Lo cierto es que Vivado mantuvo un excelente nivel como intérprete durante toda su vida. De hecho, llegó a grabar varios discos al piano.

Como docente, Vivado dio clases de piano en el Conservatorio Nacional de Chile, formando a muchos pianistas que, como ella, también tenían una cierta vocación educativa. La composición le permitió unir su pasión por el piano, su creatividad y las ganas de enseñar a los jóvenes. Vivado dedicó parte de su obra a composiciones formativas, como sus Estudios para piano. Estos suponen una puerta de entrada para los estudiantes hacia algunas de las corrientes contemporáneas. Los estudios —de creciente complejidad técnica y conceptual— abarcan desde música diatónica y cromática hasta la bitonalidad o el serialismo. Todo ello sin descuidar la armonía o el contrapunto y fomentando en los alumnos la resolución de problemas de distinta índole, como rítmicos o de dinámicas.

Estudios para piano, de Ida Vivado, por Elvira Savi.

La relación de Vivado con las vanguardias europeas, especialmente el dodecafonismo y la atonalidad, surgieron a partir de la beca gubernamental que le permitió estudiar en Italia. También se formó junto al pianista neerlandés Fré Focke, un alumno de Anton Webern que vivió durante los años 50 en Chile. La influencia de la Segunda Escuela de Viena fue definitoria para Vivado, que hizo de sus postulados un pilar fundamental de su música. El otro recurso al que más acudió la compositora chilena fue el folclore de su país. Pese a no poder considerarse una compositora nacionalista, fueron muchos los guiños hacia la cultura patria: desde textos de autores locales hasta figuración representativa de Chile.

Este intercambio entre la tradición popular y las tendencias vanguardistas se puede apreciar en una de sus obras más destacadas: Picaresca. Se trata de una composición para voz y orquesta, la de mayor envergadura de cuantas escribió Vivado. El planteamiento de la obra es completamente atonal, pero la compositora no sacrificó para ello la expresividad melódica. En un delicado equilibrio, la voz deja entrever algunas tonalidades frente al acompañamiento orquestal, que con acordes disonantes impide que ninguna de estas propuestas llegue a definirse y consolidarse.


Referencias:

Bustos, R. (1978). Ida Vivado Orsini. Revista Musical Chilena, 32(142-), p. 106–112. Recuperado a partir de https://revistamusicalchilena.uchile.cl/index.php/RMCH/article/view/609

Memoria Chilena. (Sin fecha). Ida Vivado (1913 – 1989). Biblioteca Nacional de Chile. Consultado el 7 de enero de 2023. https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-92948.html

Rex, Y. (2018, 24 de noviembre). SELLO FEMENINO. Ida Vivado: la primera presidenta de la Asociación Nacional de Compositores. La Izquierda Diario. https://www.laizquierdadiario.cl/Ida-Vivado-la-primera-presidenta-de-la-Asociacion-Nacional-de-Compositores

Redacción y edición: S. Fuentes

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Las preguntas de Grimani en Viena

Es muy poco lo que se sabe de la vida de Maria Margherita Grimani (1680-ca.1720). Lo único seguro sobre la compositora italiana son tres de sus obras: Pallade e Marte y los oratorios La visitazione di Elisabetta y La decollazione di S. Giovanni Battista. Existen registros de que estas composiciones fueron programadas e interpretadas en la Viena de principios del siglo XVIII. Su estilo concuerda con los cánones de la época: arias da capo sencillas y de expresividad clara, ritornelli orquestales, oberturas italianas… Uno de los autores de referencia en este tipo de obras fue Alessandro Scarlatti, aunque muchos otros también adoptaron estas convenciones.

D’augusto vincitor de Pallade e Marte, de Maria Margherita Grimani, por Annastina Malm.

Las tres obras vienesas citadas previamente se interpretaron en el entorno de la corte del emperador Carlos VI de Habsburgo. De hecho, Pallade e Marte fue escogida para celebrar la onomástica del monarca en 1713, año en que el nombre de la compositora empezó a aparecer en la capital austriaca. Los oratorios fueron programados poco después de Pallade (1713 y 1715), aunque La visitazione di Elisabetta tuvo una reposición en 1718. Pese a este éxito en Viena, no se sabe si Grimani llegó a residir en la ciudad imperial, aunque muchas de las conjeturas apuntan en esa dirección.

¿Quién era Grimani?

Maria Margherita Grimani no fue la única persona con ese apellido que apareció en Viena en 1713. Ese mismo año Venecia envió a un embajador para firmar una alianza con el emperador Carlos VI: Pietro Grimani. El diplomático procedía de una importante familia veneciana a la que pertenecieron, entre otros, tres doge o magistrados supremos, un comandante de la flota veneciana y dos cardenales, siendo uno de ellos Vincenzo Grimani, virrey de Nápoles y autor de libretos para compositores como Händel. De no ser una coincidencia, la compositora también pertenecería a esta noble familia.

S’oda il canto e scherzi il riso de La decollazione di S. Giovanni Battista, de Maria Margherita Grimani, por Staffan Liljas.

Sea como fuere, parece que, si Grimani llegó a residir en Viena, no fue hasta finales de 1713 cuando llegó a la ciudad. Esto se debe a que el manuscrito de Pallade e Marte está firmado en Bolonia con fecha del 5 de abril, meses antes de su interpretación ante el emperador. De ser correcta la teoría que conecta a la compositora con Pietro Grimani, es posible que llegaran juntos a Viena o que el diplomático llevara con él las partituras.

Si Grimani llegó a residir en Viena, es probable que fuese una canonesa, como ocurría con la mayoría de compositoras de la corte en la época. Concretamente, existen registros de siete compositoras que escribieron oratorios en la corte a principios del siglo XVIII, entre las que figuran, además de Grimani, las canonesas Caterina Benedicta Grazianini, Maria Anna de Raschenau y Camilla de Rossi.

Sinfonía de Pallade e Marte, de Maria Margherita Grimani, por la Academy of Ancient Music.

A partir de Pallade e Marte se creó una sinfonía en tres movimientos, siendo este el formato más habitual en que la obra se interpreta hoy en día. La versión original, descrita por la compositora como opus dramaticum, estaba escrita para dos cantantes —soprano y alto—, acompañadas por una orquesta de cuerda, continuo y oboe, chelo y tiorba como instrumentos solistas. A lo largo de la obra las voces se turnan para interpretar a Pallade (Palas Atenea) y Marte hasta que se unen en el dúo final.


Referencias:

A Modern Reveal. (Sin fecha). Maria Margherita Grimani. Consultado el 10 de diciembre de 2022. https://www.amodernreveal.com/maria-margherita-grimani#grimani-music

Jackson, B. G. (Sin fecha). Maria Margherita Grimani (fl. ca. 1713-1718). Historical Anthology of Music by Women. Consultado el 10 de diciembre de 2022. https://publish.iupress.indiana.edu/read/historical-anthology-of-music-by-women/section/5dbc557d-ece5-4426-add7-d383f1a5931d

Redacción y edición: S. Fuentes

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La dirección de Romero

La dirección de orquestas es una vertiente de la música que durante siglos estuvo vetada a mujeres. A diferencia de la composición o la interpretación, ser directora suponía ocupar un puesto de poder que implicaba dirigir a otros músicos, algo que muchos hombres no estaban dispuestos a permitir. Aunque ya en el siglo XIX algunas pioneras, como Juliette Folville, consiguieron ponerse al frente de grandes orquestas y romper este techo de cristal, el acceso a estos puestos no comenzó a extenderse hasta el siglo XX. Pese a los avances conseguidos desde entonces, aún a día de hoy la mayoría de las grandes orquestas del mundo están dirigidas por hombres. En el caso de España, la primera mujer en dirigir una gran orquesta fue Elena Romero Barbosa (1907-1996).

Fantasía Española, de Elena Romero, por el Climacus Trio.

Romero se adentró en el mundo de la música a través del piano. Procedente de una familia acomodada, recibió las primeras lecciones de este instrumento de su madre. Con doce años dio su primer concierto en el Círculo de Bellas Artes de su Madrid natal, al que siguieron otros recitales por toda la geografía española. Estas actuaciones ocurrieron mientras la joven seguía formándose. Para perfeccionar su técnica pianística acudió a la Academia Marshall en Barcelona, donde fue alumna del propio Frank Marshall. En la ciudad condal también estudió composición junto a Ricard Lamote de Grignon, hijo del también compositor Joan Lamote de Grignon.

Tras pasar la Guerra Civil en Barcelona, en 1944 regresó a Madrid, donde se centró en los estudios de composición, esta vez junto a Joaquín Turina y Julio Gómez. Paralelamente, Romero se formaba de manera autodidacta en la dirección orquestal. Aunque no recibió una educación formal en esta disciplina, la compositora contaba con los consejos de sus amigos, entre los que se encontraban grandes figuras como Ataúlfo Argenta, por aquel entonces director de la Orquesta Nacional de España.

De las tres facetas musicales de Romero —interpretación, composición y dirección—, la dirección orquestal era la que más le atraía. Sin embargo, la compositora, que había vivido la Guerra Civil en el bando republicano, era consciente de lo difícil que sería ejercer esta profesión siendo mujer bajo el régimen franquista. Renunció a ocupar puestos institucionales, con lo que consiguió esquivar el escrutinio de las autoridades. A pesar de este perfil bajo, Romero llegó a dirigir la Orquesta Sinfónica de RNE (actual Orquesta Sinfónica de RTVE) y la Orquesta Ciudad de Barcelona (actual Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña).

Dicen que me case yo, de Elena Romero, por Cristina Toledo y Aurelio Viribay.

Como compositora, Romero escribió más de 60 obras, que abarcan desde pequeñas piezas camerísticas hasta música sinfónica. Contribuyó a difundir la obra de Manuel Machado y Juan Ramón Jiménez poniendo música a algunos de sus poemas. Fue merecedora de los premios Pedrell (1955) por el ballet Títeres y BBC (1976) por su Ensayo para orquesta sobre dos canciones sudafricanas. En cuanto a la interpretación, Romero se esforzó en dar a conocer la música de autores de la Generación del 27 tanto en giras españoles e internacionales como a través de la radio.

El camino de Romero hacia las grandes orquestas que dirigió no fue sencillo. Para facilitar este proceso a las generaciones siguientes, la compositora colaboró activamente con la Asociación Mujeres en la Música, de la que fue nombrada socia de honor.


Referencias:

Fundación Juan March. (Sin fecha). Archivo Elena Romero. Consultado el 26 de noviembre de 2022. https://www.march.es/es/legado/archivo-elena-romero

García Julve, B. (2017, 14 de marzo). Elena Romero Barbosa, la primera directora de orquesta en España. Biblioteca Nacional de España. https://www.bne.es/es/blog/blog-bne/elena-romero-barbosa-la-primera-directora-de-orquesta-en-espana

Marín Gil, J. (2021, 18 de noviembre). Una batuta y Elena Romero Barbosa, la historia de una mirada inspiradora. Universidad de Granada – Estudios de género aplicados a la música. https://blogs.ugr.es/musicaygenero/una-batuta-y-elena-romero-barbosa-la-historia-de-una-mirada-inspiradora/

Redacción y edición: S. Fuentes